en días como hoy

en días como hoy no sé qué hacer, no se me ocurre.
despertar a pesar mío y levantarme por las ganas de mear mientras invento la manera de volver al abrigo de sábana. las pastillas que me dieron noche callada se revuelven panza arriba, arañando la toma de la mañana, y desvelan nuevos efectos con resignación química, al tiempo que avanzo en dosis y colección de laboratorio, para poder superar las horas sin sucumbir a los espectros del inconsciente que tiran de los hilos del miedo como marioneta perdida en el azar de una rebelión interna, y que duele en lo más hondo, donde no se distinguen cuerpo e imaginación, porque se hinchan, agigantan, desbordan angustia, pánico y terror depurados, refinando sus venenos con perfección de alquimista, barriendo cada milímetro con olfato de sabueso, la cabeza torna en sopa gris, los sesos se pudren, los ojos se vuelan desorbitados hacia dentro y las náuseas ahogan. la bilis se mastica, el estómago arde y el vértigo se clava como un calambrazo que hiela, y cada paso, cada paso solo, es una lucha por no caer. cuando viene el latigazo es un coloso desbocado donde no llegan pastillas arco iris, de las que no recuerdo nombre ni número, y no importa, porque mañana vendrán otras con ofertas renovadas para aplacar el peso de un infinito de osarios en el estómago y una tempestad aguardándome afuera.
en días así, se me escapa la diferencia entre miedo y asco, vergüenza y desprecio. en días como este no veo claro, siquiera el negro, me acurruco en una espera sin medida. en días como hoy, no sé qué hacer,
no se me ocurre.

ayer

he aparcado la voz en doble fila
y rellenado la huella con alcohol
he cortado la cinta de moebius
y me he visto delante

de mi ayer.
he subido lo alto del sótano
remontado la bajante de mi casa
buscando procedencias de nausea
y algún nombre entre la mierda
he atravesado paredes de infamia
he quemado contenedores airados
lanzado los cristales afilados de la lluvia
y reconocido lo decrépito en charcas

de ayer.
he cortado los hilos al destino
me he hundido en bautizos de carne
y marcado las cartas en barajas
he mentido con cinismo clerical
y soñado que soñaba con cambiar
he saltado y blandido y gritado
puño arriba
la convocatoria en masa
regurgitando sus consignas

de ayer.
he leído este cuento tantas veces
que se me atraganta la canción
y también sé que de algún modo
conseguirán que me entregue
a las mismas perplejidades

de ayer.

púa


Durante esta ofrenda al absurdo, me he enterado de qué flores vienen con púa y que habré de sujetarlas sí o sí con mi garganta en el puño cerrado. Mientras dure la ofrenda, coagulan raíces en mi mano, y sólo cortándo por lo sano podré indicar con precisión dónde se esconde el sentido de tanto dolor.

humo que sube a lomo de palabra

Como el humo que sube a lomo de palabra, galope, espantada, estampida. como flujo turbulento, apenas ida, a cuestas mira hoy, por la tangente del futuro, recodo palmario, sólo, si me inclino hacia donde se cae el esputo, el muro de escoria que dejé atrás y que hay que derruir para seguir el paso. Todo se amontona en un nosequé y se pierde en los pudiera, y en la sinapsis, saltos al vacío de impulsos eléctricos que avivan sus brasas con los que no consiguen cruzar. Tantos y más pensamientos que parten con esperanza rota y se aventuran al otro lado por cosas del estómago y la desconfianza, y en cuyo recorrido se hace dueño el eco de mil calladas con algún que otro grito que entre neurona y neurona se abisma hacia la nada. Y con cada segundo una eternidad, con cada milímetro el infinito, cada deseo lo proscrito. cada muerte, mala suerte. cada vida o intento… otra ocasión despojada de final y perdida. Y todo porque una vez algún estúpido quiso ser.

funeral

la vida es un pequeño e incómodo balbuceo en medio de un largo y triste silencio; como un pedo en un funeral.

las bondades de la naturaleza

cuídate de las bondades de la naturaleza
y de que muestre en pequeños detalles
lo grande que es.
cuídate de compensaciones
invisibles
a los más desfavorecidos.
cuídate de lo “entrañable”
que envuelve sentimientos
aterradoramente
parecidos
entre persona y mascota.
Y de mostrar restos
de comida
entre los dientes
cuando hables
de las bondades
de la naturaleza,
y de las jerarquías,
que pienses que todo es
para que tú puedas existir,
y cuídate sobre todo
de la superioridad
del hombre,
pues depende exclusivamente
de la especie
a la que pertenezcamos.

del otro lado

Para cuando vengan del otro lado de la raya pidiendo explicaciones, y les reciba un infinito de ojos pasmados y caras de poker, aturdidos en el vértigo de sorpresa sin respuesta, y otros, aparte, porque su peste no gusta de mezclarse con más aromas, levanten hombros y crucen brazos musitando los qué esperabas y qué puedo hacer yo, tengo la tranquilidad que da saber que para entonces bajaré la frente y humillaré el alma por miedo a que reconozcan en ella la culpa mientras me clavan el cuchillo de justicia. Y cuanto más viejo, sucio y mellado, más convencidas hincarán las rodillas sus dientes en la tierra experimentando de nuevo un único y solo sabor.

respirando

No se si respirar hondo, bien hondo, a fondo de pulmón, y llegar donde el azufre desgarra como hiena recuerdos de muerto y de cuando aún yo no era; conspiraciones, sacrificios en lo aciago del día en que ades olvidó cerrar la puerta y al perro se le rebelaron dos cabezas, y rompieron las cadenas de imágenes de lo perverso y lo que no seré, porque a la fortuna se le pinchó la rueda, y la sangre hierve, infartada y abnegada a no recordar el camino de ida.
Por otra parte, algo me dice que no debería seguir respirando.

aparato

Se fueron las ganas de escribir, sin más, ya no me apetece, si no hay nada que me empuje hacia tecla y demás, si no hay argumento, tema, siquiera idea, si no hay qué decir, si se esfumó el sentido, si todo es fango, excusa, trampa, mentira. siempre detrás de lo triste de una huella hecha más que de vacío, y hoy, esto, ahora, es el ejemplo de que existe algo peor que hablar del absurdo o de la nada; y es el abrumador aparato que se esconde detrás, que te lleva adentro, más adentro en el fango, en donde ya no distingues tu propio cuerpo de la podredumbre, tu voz de siglos de gargantas ahogadas en gusanos, el temblor de tus sentidos de las burbujas de este caldo milenario. Cuánto de nada, para nada.

a costa de qué

cuando me encuentro en un estado de alegría repentino, placer buscado o bienestar encontrado, salta como un felino ese ¿a costa de qué o quién?, y todo vuuelve a su natural gris oscuro.

a este lado

me quedo a este lado de cama de día, de sol encadenado al árbol de afuera y persiana bajada, y fuego negro dentro, y tapones en los coches y bocinas y rumbos. mínima liturgia de vigilia, huésped eventual, pisando de puntillas, y polvo sacudido, antes de cerrar puertas, para que no pasen las huellas de vacío.
me quedo con los oscuros puertos de madrugada y engendros de lo capaz, con vómito hoy y otro mañana de lo que comí ayer, con las ofertas del asco, la vergüenza, la ignominia, lo vil, lo monstruoso.
me quedo a los pies del sueño, de cuevas estrelladas, resquicios que se abisman, esquinas que no tienen porqué doblarse, cumbres que allanan el camino y desembocan ríos; donde nace el verbo, se acuna a la palabra, crece lo nuevo, rige lo imposible.
 donde duermo. donde tal vez
 llegue a vivir.