en días como hoy no sé qué hacer, no se me ocurre.
despertar a pesar mío y levantarme por las ganas de mear mientras invento la manera de volver al abrigo de sábana. las pastillas que me dieron noche callada se revuelven panza arriba, arañando la toma de la mañana, y desvelan nuevos efectos con resignación química, al tiempo que avanzo en dosis y colección de laboratorio, para poder superar las horas sin sucumbir a los espectros del inconsciente que tiran de los hilos del miedo como marioneta perdida en el azar de una rebelión interna, y que duele en lo más hondo, donde no se distinguen cuerpo e imaginación, porque se hinchan, agigantan, desbordan angustia, pánico y terror depurados, refinando sus venenos con perfección de alquimista, barriendo cada milímetro con olfato de sabueso, la cabeza torna en sopa gris, los sesos se pudren, los ojos se vuelan desorbitados hacia dentro y las náuseas ahogan. la bilis se mastica, el estómago arde y el vértigo se clava como un calambrazo que hiela, y cada paso, cada paso solo, es una lucha por no caer. cuando viene el latigazo es un coloso desbocado donde no llegan pastillas arco iris, de las que no recuerdo nombre ni número, y no importa, porque mañana vendrán otras con ofertas renovadas para aplacar el peso de un infinito de osarios en el estómago y una tempestad aguardándome afuera.
en días así, se me escapa la diferencia entre miedo y asco, vergüenza y desprecio. en días como este no veo claro, siquiera el negro, me acurruco en una espera sin medida. en días como hoy, no sé qué hacer,
no se me ocurre.