de los cielos aprendí


de los cielos aprendí los pesares
que pesan más que el aire,
y se enmarañan entre el suelo.

entendí
que no bajará nadie
de los cielos.
no se molestan
en bajarse
hasta el lamento

cuando no hay respuesta.

hoy despierto en la angustia de...



"platero, se va a morir de frío en ese vallado alto, esta noche, pasado por el norte...
no sé cómo irme de aquí; no sé qué hacer. platero..."
el burro viejo (j.r.j.)


hoy despierto en la angustia de una jornada que zozobra

niños naciendo a los asilos
canas en las pestañas de las niñas
que saltan a la comba renqueante... y la deriva
arrugas en las uñas
de los héroes
con las que escriben la historia en las pieles de los días

oráculos
seniles
decrépitos
demiurgos
dioses
vetustos
y la conciencia...

hoy siento el tormento de un mundo
que no va a pasar de este invierno

al diablo se le están cayendo los dientes de leche

va a ser una masacre
y no quiero verlo



los palos del sombrajo



por cuantas lunas llegaron a tus ojos
me arrastré por las callejas de tus días
de fango
-sin chistarte siquiera una vez-.

me eché al frente de la jornada
en que te cegaba la mañana, porque no soportabas tu cara golpeada por luces incisivas,
y yo, alfombra, avanzadilla yo, de tus tropiezos.

me retiré al costado -y no me importa si me crees-
cuando pretendías mover el mundo
antes que dar un paso molesto por ver sobre quién reposaste la pisada. 

te perfilé tantas espaldas para que te vieras con valor y mirarle de vuelta,
cuando el sol bajaba y te desafiaba a la altura de los ojos.

y me clavé en la tierra ante el cenit como avestruz sin orgullo,
así no te oprimiera la evidencia y pudieras mantener el cuello recto,
colgado al aire.

por cuantas lunas viste
me doblé en cada esquina, trepé por las paredes hasta los balcones
que no atreviste asaltar.

me lancé a los barrancos que mirabas desde el borde.

me desdoblé en bajo las farolas, mudé y muté
al antojo de tus paseos entre brillos vaporosos.

no dejé de tomar el plomo para tu plomada,
chincheta en el mapa,
el ángulo preciso a la derrota.

consumí muchas vidas en la hoguera
para que tuvieras un baile de máscaras.

por cada luna,
me ofrecí
en tus cazas nocturnas
a ocultar tus vergüenzas con celo
entre los velos.

te di siluetas a la medida móvil de tu ego.
te salvé de enterrarme cuando los castillos de arena,
sábanas de arrojo sobre las muchachas en flor,
y siempre una salida de emergencia en el suelo.

por cuantas lunas alcanzaron tus ojos,
sabes, y si no yo te lo digo,
que fui sin excepción el único testigo.

robé,
mentí, mordí, ladré, como buen perro,
y me dejé la piel; el rostro por el camino.
maté en tu nombre,
tantas cosas bellas.

y tú, 
siamés desventurado
de peso y grosura.

tú, eclipse constante
que me tapó la vista.

me debes al menos
no darme la cara oscura de tu cara
cada vez que te veo.




y porque nació muda


“holland: no oía. de todas las personas. nada. y porque beethoven no podía oír, la idea de verle componer y dirigir, era algo impensable para la mayoría de la gente. y como respuesta, compuso y dirigió la séptima sinfonía. sólo imaginad; beethoven sobre el podio, sujetando su batuta, y moviendo elegantemente las manos. la orquesta en su cabeza está tocando a la perfección, y la orquesta situada enfrente suyo, intentando seguirle desesperadamente (...)

estudiante: señor holland, si él no oía nada, ¿cómo podía saber las notas siquiera? por ejemplo, si nunca escuchó un do, ¿cómo sabía que eso era lo que quería tocar?

holland: (pausa) bueno... beethoven no nació sordo.”

(mr. holland's opus, 1995)
.
.
.

ella sí, empero,
no lloró
ni emitió, de hecho, sonido alguno
al nacer.
y porque nació muda
tuvo que robar de los demás
y se fue construyendo
la voz a base de voces ajenas.
configuró un arpa en sí
que no acababa.
"no había cuello para mí",
me decía.

y a con qué pensabas,
respondía: "con un coro de verdi,
polvo y espalda de metralla, lanza, escudo,
mario cavaradossi
cuando e lucevan le stelle,
lluvia contra el metal,
la norma invocando a la luna,
con el roce del aire leve
sobre la piel.
ese tipo de cosas".
y a con qué leías,
respondía:"igual".

hasta que por fin el día llegó
en que se despertó el gallo
en su garganta.

y sintió que un cielo terrible
aparcó furioso su trueno,
y enmudecía lo que fuera que
se atreviese hacer frente
a aquel temblor airado
que sacudía los recuerdos
como se sacuden los perros
el agua de las charcas.

...el pulso suspendido
del polvo de buhardilla,
los acordes tristán,
“o wort, du wort, das mir fehlt!”,
la textura rumorosa de las magdalenas
cuando beben su té...

desgranados todos entre los peines
de la nueva realidad
por las cuerdas estiradas
que sentía en un potro de tortura,
y eran hojas melladas
rasgando el aire.

acabó hablando sólo
de cual sería
el mejor modo
de extirparse aquel monstruo;

fiel mientras ella hablara,
acechando tenso, en la callada.


hoy al borde de hoy



hoy en el rincón de lo nimio, la superficie atildada del parásito que mezcla su sangre con el resto, los segundos que percuten como horas y el refugio de whisky y tabaco que no colman ni el instante, un rumor de perdición, una constante entre muros, quebranto en lo resquebrajado, un estanque con agua estancada y enfangada que croa sus miserias mientras el anzuelo resigna migajas de pan bajo el agua turbia y quieta por si las carpas, los peces de barro que saben a barro y se digieren como barro, cerca de adán y demás, cerca de la quietud sedante de la monotonía que no hace la pena de llorar, por desahucio o abandono del agua y sal seca, sal polvo, sal ventisca que ensucia pero no golpea, sal lenta, torpe sal que acumula su cansancio y no recuerda ya mares ni sazona ni escuece, hoy julio romo, calor de sala de espera, denso y pesado hoy, hierático, mudo en su sordera, ciego al tacto, hoy sofoco, aire que araña, vencido, hoy derrota, tumba olvidada, carné caducado, cartera en objetos perdidos de estación de paso que ni el tiempo se molesta en perder, granero reventado por la fatiga de los bueyes, qué va a saber de los tractores de hoy, asfalto de maleza y garriga en una vía muerta al borde de la autopista en cuyas cunetas no se dan las flores de muerto, porque ya ni los muertos, hoy hastío el de hoy, calla la calle, callan ventanas que pasan de largo, la ciudad en un pitido de oídos, que ni los coches, ni el bramido de la gente que anda como si al cementerio, ni las primeras luces de la noche, ni las últimas travesuras del sol de todos los días porque hoy no es día de juego, es hoy, y el sol no juega, se abandona por detrás como el abandono se echa encima a compás de su irritable letanía, pero que no irrita porque hoy trompeta agrietada, cuerda destensada, opaco tambor el de hoy, deriva sin viento, cartel de anuncio en la pared de alguna obra de hace lo menos... y si alzas la mirada e imaginas la carga de estas palabras amontonadas como coches de desguace apilados en una inestabilidad que puede durar vidas sin moverse sobre las que te escribo, qué farsa marea la de hoy, que aún cree probable que hoy me leas.


más tinta con cómo seguir




más tinta que palabras

y con más palabras que con las ganas

y la necesidad

de seguir

entin tanteando

cómo seguir


a modo de pretexto


baja, como baja la niebla densa por el valle,

una realidad que mientras sube el párpado llama a abrir ventanas y absorbe

el aire cansado de la noche a tropiezos con mi aliento, como una ventosa.

y como un pulpo la ciudad lanza sus brazos

en una maquinaria plegaria maquinada orquestada por todo su cuerpo

luz, cristal, cantos de metal, ventanas como la mía.

cabeza abajo, la boca que en el suelo enseña el diente

y advierte al pie,

a pie de calle; un colmillo sólo solo basta (para cazar un grito),

y la sensación de venir a prostituir el silencio.

sin embargo

cala el afuera, como cala la niebla en las hojas y el pelo,

desoyendo a los grillos que nacieron del jardín

rorando la nostalgia de yo polvo fugitivo

de cuando las pieles del tiempo mudaron de piel

y proceden

en la urdimbre del desprendimiento

a rehacer el mapa de una historia

en un mapa de carreteras para que los ácaros...

sin embargo

me remuevo sin embargo, como se remueve la niebla

a las puertas del cementerio,

al pasar página,

y un salto de la palabra al abismo,

el negro de fondo, y su sombra

que es el valle de la mía.

y arriba, amarrada a las azoteas, la luna

extiende sus dominios como la araña su tela,

y atrapa a las luciérnagas que ya no ves en el jardín,

y tutela cada sacudida invisible de luz en estampida escapada,

pero ella, impasible

orgullosa en sus cicatrices, como un mobi-dick

a los que tantos capitán ahab...

puede volverse biliosa como acero recorriendo el hígado,

-cuando me odia-

aplasta océanos y oprime el pecho de estrellas de mar, tantas y más.


y sin embargo cuando se vida,

me vida sin embargo,

y aunque tarde en subir sus escaleras lo que tarda el alma en humillarse,

me entrego a los arenales de la viuda de plata;

y cuando se encoge, el hueso recoge la carga de la huida.

tan es así que me estanco

en pájaro anclado al aire, bandera desventada,

por la inercia paralizante que da cuenta 

de la enfermedad que me persigue,

como persigue la niebla el punto ciego,

donde recogerme al sueño y la locura,

la esperanza y más, y tanto.

sin embargo pienso en sanar,

y si sano ¿qué hay del lamento de huérfanos, madres y viudas

de los fantasmas que riegan mi conciencia?

y aunque no diga de la emergencia entre tú y yo,

sino de las horas arrastrándome al cauce de lo cotidiano,

vociferando,

sin embargo, de vez en cuando,

te siento llenando

un susurro en el bolsillo,

con el que olvido las dos monedas

que son dos lentes

empeñando mi horizonte,

y así baje, como baja la niebla por el valle,

el párpado, exclusivamente

por la ley de la gravedad

u otra mano extraña.

sin embargo

¿te queda algo sin embargar?


-corregido de e-ratas por obra y gracia de julio castelló-

_____________a elvira daudet, que vino e insistió_____________